“El mundo sin vicios”, de Cándido María Trigueros (1804): primera distopía de las letras hispanas. Estudio, edición y notas.

“El mundo sin vicios”, by Cándido María Trigueros (1804): first dystopia of hispanic letters. Study, edition and notes.

Javier Muñoz de Morales Galiana

Universidad de Cádiz

Javier.munozdemorales@uca.es

Recibido: 10/02/2022/ Aceptado: 16/03/2022

Resumen.

       El cuento “El mundo sin vicios”, de Cándido María Trigueros (1804), se consideraba, en un principio, la primera distopía de las letras hispanas. No obstante, se ha suprimido del catálogo de Diana Q. Palardy a partir de un artículo de De Lorenzo Álvarez en Bulletin of Spanish Studies (2014), que desmentía la presunta originalidad del texto, y lo catalogaba como traducción de “Asem the manhater”, del irlandés Goldsmith (1765). Sin embargo, en el XVIII español y principios del XIX era muy habitual que los traductores ejercieran una labor de adaptación mucho más creativa y libre al trasvasar el texto de un idioma a otro. El propio Trigueros, en la miscelánea en la que incluyó “El mundo sin vicios”, advirtió de su escasa fidelidad a sus propias fuentes, lo que generaba cierta sospecha. Partiendo de la hipótesis de que los desvíos con respecto a Goldsmith son suficientes como para hablar de cierto grado de originalidad, ofrecemos aquí una edición íntegra de “El mundo sin vicios” cotejada con “Asem the manhater”, que señala cada similitud y diferencia, lo que nos permite dictaminar que son dos obras, aunque con argumentos similares, llenas de diferencias, sobre todo porque la versión española incorpora una crítica a los preceptos de la Ilustración radical. Esto nos permitiría devolver al texto de Trigueros su antiguo carácter pionero en el terreno de la distopía hispana.

Palabras clave.

Oliver Goldsmith; Ilustración radical; Adaptación; Cuento español.

Abstract.

       The tale “El mundo sin vicios”, by Cándido María Trigueros (1804), was initially believed to be the first dystopia of Hispanic letters. However, in Diana Q. Palardy’s catalogue it has been discarded due to an article by Lorenzo Álvarez in Bulletin of Spanish Studies, which denied the presumably originality of the text, and catalogued it as a translation of “Asem the manhater”, by Goldsmith, an Irish writer. However, in the Spanish 18th century and early 19th century, it was very common for translators to carry out a much more creative and free work of adaptation when transferring the text from one language to another. Trigueros himself, in the miscellany in which he included «El mundo sin vicios», admitted his own lack of fidelity to his sources, which generated some suspicion. Starting from the hypothesis that the deviations with respect to Goldsmith are enough to consider certain originality, we offer here a complete edition of «El mundo sin vicios» collated with Asem the manhater, which points out each similarity and difference, which allows us to determine that they are two different works, although with similar arguments, full of differences, especially because the Spanish version incorporates a critique of the precepts of the radical Enlightenment. This would allow us to return to the text by Trigueros its former pioneering character in the field of Hispanic dystopia.

Keywords.

Oliver Goldsmith; Radical Enlightenment; Adaptation; Spanish tale.

Sugerencia de cita / Suggested citation: Muñoz de Morales Galiana, Javier (2022). “El mundo sin vicios”, de Cándido María Trigueros (1804): primera distopía de las letras hispanas. Estudio, edición y notas. Distopía y Sociedad: Revista de Estudios Culturales, 2, 103-114.

1. INTRODUCCIÓN.

     Según el listado de distopías españolas confeccionado por Diana Q. Palardy (2021), el primer texto en lengua hispana que podría recibir tal apelativo sería “El futuro dictador”, de José Fernández Bremón (1879/2012)[1], si bien también anota la existencia de “El mundo sin vicios”, de Candido María Trigueros (1804a), obra que se excluye de ese cómputo debido a que su originalidad había sido presuntamente desmentida en el reciente trabajo de De Lorenzo (2014).

     En ese artículo se afirma que el texto de Trigueros es realmente una traducción del cuento “Asem, the manhater”, del irlandés Oliver Goldsmith, incluido en la primera edición de sus Essays (1765) (De Lorenzo, 2014)[2]. Algunos indicios previos, sin embargo, me llevaron a sospechar que la fidelidad al original inglés pudiese no ser demasiado rigurosa. A la omisión del nombre del escritor original se le sumaba el cambio significativo en el título –que ponía el énfasis ya no en el protagonista, sino en el mundo propiamente dicho–, así como el detalle de que el propio Trigueros incorporara esa narración a la miscelánea Mis pasatiempos, en cuyo prólogo advertía ya no solo de la relativa originalidad de todo el material publicado, sino también de la escasa fidelidad que pretendía mantener con respecto a cada uno de los textos de partida: “Cuando traduzca lo haré libremente, y jamás al pie de la letra, alteraré, mudaré, quitaré y añadiré lo que me pareciere a propósito para mejorar el original, y reformaré hasta el plan y la conducta de la fábula cuando juzgue que así conviene” (Trigueros, 1804b, p. XXIII).

     A esto debemos ciertas ideas sobre la traducción, muy recurrentes en la España de finales del XVIII y principios del XIX, que concebían esa labor, en lo tocante a la ficción en prosa narrativa, no como un trasvase exacto y meticuloso de un texto de uno a otro idioma, sino como una tarea más bien creativa, que daba vía libre al traductor para cambiar y modificar cuanto considerara necesario para que fuera de su gusto el producto resultante. Numerosos estudiosos de la cultura de la época han referido este fenómeno: Álvarez Barrientos (1991), García Garrosa y Lafarga (2004), García Garrosa (2016), y Lafarga y Pegenaute (2016). El caso de “El mundo sin vicios”, tal como aquí pretendemos probar, sería uno de tantos adscritos a esta tendencia.

     Un cotejo entre el cuento de Goldsmith y el de Trigueros nos permite advertir que no podemos ser categóricos al tildar al segundo como “original” o “traducción”. Álvarez Barrientos comenta, en relación a esa época, que  

el traductor puede, y de hecho así lo hace, ‘corregir’ aquello que se considere un ‘error’ ideológico, moral, político o estético y, en consecuencia, quitar todo aquello que moleste, o poner lo que considere oportuno para conseguir la aceptación del censor y el beneplácito del público, con lo que la obra adquiere sentido y dimensiones distintos de los que tenía en principio (1991, p. 200).

     Si estas correcciones suponen un desvío muy grande con respecto al texto de partida, estaríamos ante una obra que no sería realmente original ni tampoco traducción. Por un lado, el argumento del relato se mantiene intacto en casi todo lo esencial, si bien De Lorenzo ya advertía el importante detalle de que en “El mundo sin vicios” la explicación a todo lo fantástico tiene lugar apelando al motivo del sueño, que no figuraba en “Asem the manhater” (2014). A su vez, Trigueros incorpora un sinfín de cambios mucho más sutiles, que, por separado, no suponen una alteración sustancial, si bien en conjunto contribuyen a conformar una obra muy separada ya de la compuesta por el escritor irlandés.

     Lo primero que llama la atención sobre esto es un evidente cambio en el estilo, ya que la versión española es mucho más proclive al desenfreno en el léxico, los circunloquios en el lenguaje y la incorporación de detalles y matices mediante la adición de palabras nuevas que aportan mayor emotividad, así como de la conversión en interrogativas y exclamativas muchas oraciones afirmativas. A esto también debemos sumarle la supresión de algún que otro pasaje, la sustitución de algunas significativas frases por otras, así como la incorporación de varios párrafos originales del propio Trigueros, que, si no alteran lo sustancial de la distopía de Goldsmith, sí que la resignifican y enmarcan en una ideología mucho más concreta y evidente.

     Nos referimos, sobre todo, a un reaccionarismo contra los presupuestos materialistas de la Ilustración radical[3], a la que la España católica e inquisitorial de entonces tendía a oponerse con mucho fervor a partir de la literatura. Uno de los pensadores más heterodoxos, en ese sentido, lo era el ateo Diderot, defensor acérrimo de la libre sexualidad humana hasta sus últimas consecuencias, sobre todo en su Suplemento al viaje de Bougainville (Todorov, 1989/2013). La distopía que Trigueros imagina, en consecuencia, y a diferencia del mundo configurado por Goldsmith, se caracteriza por llevar al extremo las ideas del filósofo francés. Partiendo de que la actividad copulativa es algo natural y exento de categorizarse como “vicio”, “El mundo sin vicios” nos presenta una realidad carente de todo pudor y tabú. Que esta se conciba como “distópica” e indeseable a ojos del protagonista, Asem, nos permite intuir lo poco proclive que debía ser Trigueros a esta clase de ideas sobre la libertad sexual.

     En cualquier caso, y a fin de que futuros lectores y críticos puedan hacerse eco, con mayor precisión, de la mucha o poca originalidad del texto publicado en 1804, se ofrece a continuación una edición crítica de este, que pasa por cotejarlo con “Asem the manhater” y señalar, en nota al pie, las diferencias. Las más de sesenta llamadas que pueden localizarse en esa sección de nuestro trabajo deberían, como poco, permitirnos esclarecer que el mérito de Trigueros en este cuento no es algo reductible a su labor como traductor, de la que se distancia de manera irreconciliable. Sirvan de prueba, además, todos los fragmentos resaltados en cursiva; por esta vía señalamos las palabras originales del escritor español, que carecen de equivalencia en la obra inglesa, y que, en conjunto, constituyen un porcentaje considerable.

     Si todo esto fuese insuficiente como para reconsiderar la percepción de “El mundo sin vicios” como la primera distopía de las letras hispanas, al menos debería bastar como para que pudiera tenerse como importante antecedente o precursora de Fernández Bremón. Si la labor creativa de Trigueros no es tanta como la del escritor que compone ex nihilo, tampoco es equiparable a la del traductor que respeta rigurosamente el texto de partida, lo que le concede, aunque en menor medida, un apreciable valor literario al texto resultante distinto del que el original pudiera tener.

2. EDICIÓN.

EL MUNDO SIN VICIOS

Sueño

     En aquel remoto país donde el monte Tauro, elevando su altanera cima más allá del terrible taller de las tempestades, apenas presenta a la vista de los caminantes otra cosa que rocas inaccesibles y escarpadas, de las cuales se precipitan con estrépito espumosos torrentes, y que rodean mil variadas escenas de la silvestre e inculta naturaleza: en tan horrendo sitio, como a la mediación de su espantosa corpulencia[4], lejos de toda sociedad, y detestando el comercio de los hombres, vivía, o más bien vegetaba el melancólico misántropo Asem.

     Había este hombre tétrico[5] pasado su juventud entre aquellos mismos hombres que ahora aborrecía, y por espacio de mucho tiempo había participado de sus placeres, y sentido la más viva amistad hacia ellos. Agotó enteramente su hacienda empleándola en socorrer los infelices, algunos de los cuales, por medio de sus beneficios, se pusieron en estado de dejarlo de ser: jamás recurrió a él en vano ningún pobre, y el caminante fatigado, nunca dejó de encontrar hospitalidad en su casa; en una palabra, Asem no cesó de hacer bien a los demás hombres, hasta que absolutamente dejó de tener con qué hacerle.

     Después de haber gastado todos sus bienes en continuos ejercicios de la más gratuita beneficencia, no dudaba que encontraría algunos socorros[6], cuando no en todos los hombres que pudiesen franquearlos, a lo menos enaquellos que más reconocimientos debían mostrar, porque habían sido más favorecidos de él. Con tal esperanza, cuando más necesitado se halló, recurrió a ellos con la más confiada seguridad; pero estos hombres ingratos[7], no lo socorrieron, o, si lo hicieron alguna vez, dentro de poco lo desecharon como importuno, y dejaron de mirarlo con la debida conmiseración, porque, de todas las pasiones y afectos humanos, la compasión es la que menos dura.

     Comenzó entonces Asem a ver el género humano bajo un aspecto muy diferente del que hasta entonces le había agradado tanto: descubrió innumerables vicios donde antes de ninguno había sospechado, y a cualquier lado que se volvía, el disimulo, la cautela, la falsedad y la ingratitud que percibía aumentaban su horror a la sociedad[8].

     Una caverna le servía de abrigadero[9] contra la inclemencia del aire: frutas silvestres que con dificultad recogía en la pendiente de la montaña le suministraban su único alimento, y agua de algún torrente su bebida[10]. Feroz y solitario[11] pasaba la vida entregado a profundas meditaciones, y se envanecía con poder vivir en tan absoluta independencia de todo el género humano,

     Al pie de la montaña había una grande y clara laguna, en cuya tersa superficie, se reflejaban, como en un espejo, las horrendas rocas que la rodeaban: Asem bajaba algunas veces hasta la orilla de este vasto lago, cuya vista le causaba algún recreo, y, al descender hacia él por tanta aspereza, solía detenerse para descansar, y tal vez para lograr un plácido sueño a la sombra de algún antiguo y desaliñado árbol, o al abrigo de alguna socavada breña[12].

     –¡Oh, cuán admirable es la naturaleza! –exclamaba un día[13], der- temando la vista sobre la extensa superficie de la laguna que tenía tan visitada– ¡Oh! Cuán admirable, ¡cuán hermosa es aún en sus más silvestres aspectos! ¡Qué sublime contraposición hace esta unida y tersa faz, que presenta a mis ojos el agua con la espantosa masa de ese monte, cuyas puntas se encubren dentro de las nubes! Pero aún es inferior a su utilidad la hermosura de estos admirables objetos. ¡Cuán grande es el número de ríos que de aquí se deriva! ¿Cómo corren todos ellos? ¡Y llevan la vida, la fecundidad y la delicia a los diversos terrenos por donde dirigen su curso![14] Todo cuanto existe en el universo, todo es hermoso, todo es bueno, todo es justo, todo, menos el hombre.

     “¿Es por ventura el hombre[15] algún error de la naturaleza? ¿es el único monstruo entre todo lo criado?[16] ¡Ah, cuán grande es su degradación! Hasta las tempestades y los huracanes son muchas veces provechosos; pero el hombre, ingrato y criminal, aparece como una fea mancha de la belleza original. ¡Ojalá no fuera yo individuo de esta odiosa especie! Sus vicios son, a lo menos a mis ojos, el único reproche de la sabiduría eterna[17].

     “Sin duda permanecería siempre sin perturbarse en la naturaleza la uniformidad, el orden y la hermosura, si los hombres no fuesen viciosos. ¿Y por qué son viciosos? ¿De qué sirve este decantado freno, que llaman razón? ¿Cómo prevalece la ley de sus miembros a la ley de su espíritu? ¿Por qué no consigue la perfección de vivir sin vicios la obra principal del agente más perfecto?[18] ¡Oh, Alah! ¿Es posible que me dejéis así sepultado en dudas, en tinieblas, en desesperaciones…? ¡Ah…! No es posible que así permanezca yo más tiempo… No es posible.

     Así discurría este hombre atrabiliario, no menos temerario, extravagante y filósofo que los más famosos locos, que en nuestros días son admirados y celebrados con este nombre, y con epíteto de pensadores sublimes: ¡tanto puede deslumbrar un conjunto de sofismas![19] Al pronunciar Asem las últimas palabras, iba a precipitarse en la honda laguna impaciente por desembarazarse de sus incertidumbres, y poner fin a sus congojas; pero de repente divisó una persona admirable, que caminaba con segura majestad sobre las aguas, y se dirigía hacia él.

     Un objeto tan imprevisto contuvo el designio de Asem, que, observándolo atentamente, creyó ver alguna cosa divina.

     –Hijo de Adam –le dijo el celestial ministro[20]–, apártese de ti la cruel desesperación: el padre de los creyentes, que ha visto tus infortunios, y tu desmesurado dolor por ellos[21], me envía para que te consuele. Dame la mano, y sígueme sin temor: yo soy el Genio del Convencimiento, a quien emplea el gran profeta en sacar de sus errores a los que padecen engaños, no por un vano espíritu de curiosidad, sino con loables intenciones. Ven conmigo[22].

     Asem obedeció con sumisión[23] a su conductor, el cual le hizo caminar algún tiempo sobre el lago, hasta que, llegando a su comedio, se sumergieron los dos[24], bajando al parecer muchos centenares de codos: Asem temía haberse perdido para siempre, pero, al llegar al fondo con su celestial guía, se encontraron en otro mundo donde jamás había puesto sus pies hombre alguno terreno.

     No es posible explicar el pasmo de Asem al ver allí otro sol, igual al que acá nos alumbra, un cielo sereno que se extendía sobre su cabeza, y por alfombra de sus pies un mullido prado esmaltado de verde, no menos agradable que el que pudiera ofrecerle en nuestro mundo el clima más benigno y delicioso.

     –Maravillado, estás, hijo de Adam –dijo el Genio del Convencimiento–, pero suspende por un rato tu maravilla. Este mundo que causa tu pasmo, fue formado por Alah a ruego, y conforme a los deseos del gran profeta, que padeció un día las propias dudas que a ti te congojaban, cuando, saliéndote al encuentro, estorbé sus funestas consecuencias, librándote de ti mismo.

     “Los habitantes[25] de este mundo extraordinario son todos según tú deseas que sean los hombres del corrompido mundo en que naciste: están absolutamente sin vicios, y jamás han hecho ni harán mal alguno; sin embargo, en todo lo demás este mundo es perfectamente semejante a la tierra. Si este globo, después de bien examinado de cerca, te pareciere mejor que tu antigua patria, por ser como tú deseabas que fuese aquella, en tu mano estará el pasar aquí el resto de tu vida; pero, antes que te resuelvas[26], es conveniente y necesario que conozcas tus compañeros de morada.

     –¡Un mundo sin vicios! –exclamó Asem, arrebatado por su interior gozo– ¡Unos hombres que jamás han hecho mal! ¡Todos, todos así! Póstrome, ¡oh, grande Alah![27], ante vuestra presencia, y os doy las más humildes, las más sinceras, las más encarecidas gracias, porque al fin habéis oído los ruegos de vuestro siervo: aquí es, sin duda, aquí es donde se ha de encontrar el gozo interior, la verdadera ventura y el sosiego perdurable. ¡Un mundo sin vicios![28]

     –Déjate de estériles exclamaciones –replicó el celestial ministro[29]– derrama la vista por todas partes, reflexiona sobre cuanto observares, y dame sincera cuenta de tus observaciones y reflexiones, recorreremos el país, camina hacia donde quieras: yo te seguiré, te desengañaré, y te ilustraré e instruiré en lo que convenga.

     Largo trecho caminaron callados Asem y su compañero: mantenía el silencio el pasmo que tenía confuso al buen misántropo, hasta que, poniéndose al fin algo más sobre sí, reparó que el campo, comparado con otro igual de nuestro mundo, conservaba más rastros del aspecto rudo y silvestre que corresponde a un terreno jamás cultivado ni beneficiado por el sudor humano.

     –Veo –dijo poco después Asem–, veo en aquel lado algunos animales carniceros que persiguen con ferocidad la presa, y veo otros que huyen de ellos cuanto pueden, ¡cómo los despedazan y sacian en ellos su voracidad! Parece que estas endebles y desventuradas criaturas no han sido criadas sino para servir a las otras de alimento. En esta parte no va muy lejos este mundo del otro[30]; y, si hubiera sido permitido que un humilde siervo diese un consejo al gran profeta[31], hubiera procurado que en este mundo sin vicios no hubiera estos animales sanguinarios y destructores, que solamente se emplean en atormentar a los otros.

     –Tu beneficencia –dijo sonriéndose el Genio del Convencimientoy tu buena voluntad a favor de los más débiles irracionales es muy digna de loa; pero, en lo que toca a todas las criaturas que no están dotadas de razón, este mundo es puntualmente semejante al otro, y conviene que así sea, por una razón muy fácil de entenderá.

     “¿Cómo podría ser suficiente ningún terreno para alimentar a todos los diversos animales que lo pueblan, si todos hubieran de sustentarse únicamente de vegetables?[32] Consumirían los brutos lo que los hombres necesitan, y todas especies padecerían notable detrimento y escasez. El bien general debe prevalecer al particular: animales de especies diversas que se sustentan unas a otras, en vez de disminuir su multitud, subsisten en el mayor número que es posible, y los productos de la tierra que solo podrían sustentar a cuatro, mantienen así indirectamente a diez o doce… Pero caminemos hacia donde está más habitado, y veamos lo que se presenta para instrucción tuya.

     Presto atravesaron el bosque, y entraron en una campiña donde veían los hombres sin vicios; Asem se complacía de antemano con la idea del contentamiento, que iba a disfrutar en sociedad tan inocente; pero apenas salían del bosque encontraron un hombre cuasi desnudo[33], que huía corriendo a más no poder, asustado y perseguido por una caterva de comadrejas.

     –¡Buen Dios! –exclamó Asem– ¿De quién huye este hombre? ¿Puede tener miedo de animalillos[34] tan despreciables y débiles, que con los pies pudiera sin más auxilio arredrarlos y aun aniquilarlos?

     Como esto dijese, percibió dos, perrillos[35] que perseguían a otro hombre que huía no menos espantado que el primero.

     –Muy extraño es esto –dijo Asem[36]–, y no puedo concebir la razón que para esto pueda haber[37].

     –Todas las especies de brutos –respondió el Genio– se han hecho aquí muy poderosas, y tanto más atrevidas, tanto se han acrecentado en mayor número cuanto los hombres sin vicios han creído que sería injusto destruir a los individuos de ellas para alimentarse o vestirse; por lo mismo este país se ve a cada paso perturbado y saqueado por los animales.

     –No va esto bien –replicó el misántropo[38]– convendría haberlos combatido, rechazar a los que acometen, y destruir a los destructores; viéndose está el pernicioso efecto de esta negligencia.

     –¿Y a dónde se ha ido ahora –dijo el Genio[39]–, a dónde se ha ido aquel tierno afecto, aquella suave conmiseración que mostrabas a favor de los entes débiles y que no usan de razón? No son ellos movidos por ningún odio o rencor, sino por su primera necesidad. Paréceme que te has olvidado muy presto de tus máximas de equidad.

     –Confieso mi error –dijo Asem después de un breve silencio–, estoy convencido de que es absolutamente necesario que seamos en algún modo injustos, y como tiranos para rechazar los acometimientos de los entes que no pueden ser contenidos por la razón[40], si queremos vivir con sosiego y tranquilidad. Pero no nos detengamos más en las relaciones de los hombres con los brutos, examinémoslos en sus recíprocos procederes de unos hombres con otros.

     Cuanto más se internaban en aquella vasta campiña, más admirado se mostraba Asem de no encontrar ni ciudades, ni edificios hermosos, ni casas cómodas, ni otro indicio alguno de la humana industria, ocurriendo a esta admiración su conductor, le dijo que los habitantes de este nuevo mundo sin vicios vivían contentos con la primitiva simplicidad: que cada uno de ellos tenía su choza, la cual aunque pequeña, pobre y sencilla, era suficiente para alojar su corta familia: que todos eran tan modestos, comedidos y de buen contentar , que ninguno quería malgastar el tiempo en construir habitaciones grandes y cómodas[41], que pudieran ingerirlos y envanecerlos, ocasionar envidias a los otros, lo cual sería tener vicios o dar motivo a ellos; y, en fin, que las chozas que fabricaban se dirigían a obedecer a la irresistible ley de la necesidad, y no a querer hacer parada y muestra de una vana ostentación de elegancia.

     –Según eso –dijo Asem– estos hombres no tienen arquitectos, ni escultores, ni pintores…[42] Al fin se ahorran unos artes que no son absolutamente necesarios, y pudieran llamarse en algún modo inútiles… Presentadme[43], os ruego, a la sociedad de estos hombres arreglados a la simple razón. No hay en el mundo cosa más deliciosa para mí que una plática agradable: nada que estime en más que la sabiduría.

     –Pero, ¡sabiduría![44] –interrumpió el Genio[45]¿Qué cosa puede haber más inútil para este país que la sabiduría? Ni tenemos, ni queremos tener cosas superfluas[46]. La verdadera, y aun la única sabiduría terrena de los hombres es el conocimiento de sus deberes para con los otros, y de los de estos para con ellos; ¿pero para qué sirve aquí semejante conocimiento?

     “Cualquiera individuo hace lo que a él le conviene, y deja que los otros hagan libremente lo que les acomode; hombres sin vicios que los desigualen no tienen necesidad de conocer los deberes recíprocos: ni en rigor tienen tales recíprocos deberes, los cuales son consecuencia de las necesidades facticias: todos libres, todos iguales, todos solitarios, de nada necesitan sino de su soledad y de su mutua independencia: cada uno es para sí todo el universo: la comunicación, la dependencia, los deberes, las necesidades artificiales son efecto de los vicios de los hombres terrenos y sociables: así esta sabiduría no es cosa de este país.

     “Aún menos propia de esté mundo es la sabiduría, si entendemos esta palabra en otro sentido más lato; porque si intentamos explicar con ella una frívola curiosidad, o especulaciones vagas, o aquellas especies de placeres intelectuales, que deben su origen a la vanidad o al interés[47], son tan buenos los hombres de este nuevo mundo, que no pueden pararse a investigar y adquirir semejantes géneros de sabiduría.

     Reparando entre tanto Asem por todas partes, vio en algunas tales cosas y tales acciones, que él sintió la vergüenza que no causaban a los que las ejecutaban, y que yo tendría de referirlas: admirose en gran manera, pero satisfízole el Genio con que la naturaleza no ha hecho cosa que en sí misma no sea hermosa, ni institución que no sea buena; trácelas feas o malas, el abuso y la intención y malicia de los corrompidos e inobedientes terrenos que convierten en vicios todas sus acciones: aquí no es así: no hay aquí vicio, y donde no hay vicio no puede haber pudor, que es una tácita confesión del vicio: ¿cómo han de tener rubor los que no conocen la causa de que el rubor proviene?

     –Puede ser –dijo Asem– que todo eso sea exacto y arreglado a la razón; pero, entre tanto, observo con admiración que el gusto de una feroz y arisca soledad es aquí demasiado general. Ninguno se cura de asistir a los otros, ni de si los otros lo observan a él: ya habéis dicho que cada uno es para sí todo el universo, y así lo dan a entender ellos mismos, pues vea que no hay familia, por corta que sea, que no esté separada de todas las otras y como concentrada en sí propia: ¿es posible que en un mundo tan completamente bueno no haya unión ni sociedad alguna?

     –Verdad es –respondió el Genio[48]–; no hay aquí sociedad, no hay unión; pero este no es un defecto, porque así debe ser. La sociedad es hija y consecuencia de la amistad[49]; pero donde el pueblo, exento de todo vicio, es tan humano que no puede inspirar temor alguno; donde todos y cada uno tienen un mérito igual, ninguno debe ni puede atraerse una amistad particular, que sería un fenómeno caprichoso e irracional[50]: ¿qué racional amistad puede haber donde es repugnante la enemistad? Se aman de tal manera todos en general, que ninguno ama personalmente a otro determinado; acaso, si se juntaren en sociedad, buscando la amistad, se perdería la Universal benevolencia.

     –Sea enhorabuena –replicó el misántropo[51]–, pero ¿cómo he de pasar la vida en medio de una gente que no me presenta ni bellas artes, ni sabiduría, ni pudor, ni amistad? Si a lo menos, ya que no pudiera ser otra cosa, tuviese yo un buen compañero con quien platicar que me comunicase sus pensamientos, y a quien participara yo los míos… ¿Y para qué sirven esas pláticas? La vanidad, la lisonja y la curiosidad son vicios del otro mundo, y, como tales, no tienen entrada en este; por otra parte, la instrucción, aunque no toque en estos vicios, para nada puede ser aquí de provecho[52].

     Cuando así hablaban, llegaron a sus oídos los gritos, lamentaciones y alaridos de un desventurado que, tendido junto al camino, deploraba ruidosa y amargamente su extrema miseria y escasez: corrió[53] Asem hacia él, y lo encontró entregado a las crueles angustias del hambre.

     –Esto es muy de maravillar –exclamó el hijo de Adam–, ¿es posible que unos hombres que están absolutamente exentos de vicios, pueden ver y oír lamentarse a un infeliz congojado, sin moverse a darle socorro? ¿No tiene este hombre hermanos? ¿No tiene mujer? ¿No tiene padres? ¿No tiene hijos?[54]

     –Tengo todo lo que dices –respondió el moribundo–, pero no lo extrañes si no me socorren, porque así debe ser, y, si me socorriesen, cometerían la más viciosa y enorme injusticia.[55]

     –¡Qué ideas son las de estas gentes! ¿Injusticia llamas el socorrer al necesitado?

     –Sí, hombre forastero y corrompido, la llamo injusticia, y no merece otro nombre. Si unos entes, que absolutamente no tienen más que lo que han menester para sí, se privasen, para dármela a mí, de la más pequeña parte de lo que tienen, cometerían una grave iniquidad. ¿Cómo habían de subsistir sin lo que a mí me diesen?[56]

     –Deberían en tal caso granjear algo más de lo preciso.

     –Eso fuera vicio, avaricia, perjuicio de tercero, amor a la superfluidad, hurtar al común para darme a mí.

     –¡Santo Dios! ¡Qué ideas! Y, por no dar en ese terror pánico de vicio ¡caerán en el endurecimiento de corazón!

     –¿Qué endurecimiento, hombre blando y para poco? ¿Qué tienen los demás con que grite yo o cante? ¿Con que esté robusto o me devoren los ratones? Yo no soy ellos, y su única obligación es cuidar de sí.

     –Abandono, –interrumpió el descontento Asem–, abandono la opinión que seguía no ha mucho… Todo es dudas, perplejidad y contradicciones…[57] En este mundo sin vicios tampoco será virtud el no ser ingratos. ¿Cómo? ¿Si no hay quien reciba beneficios?[58] ¿Y cómo recibirlos, si hacerlos sería vicio e injusticia? ¡Qué mundo es este, donde todas las cosas van trastornadas…![59] Puede ser, sin embargo, que domine aquí alguna otra buena calidad: acaso se apodera de los corazones el amor de la patria.

     –¿Qué amor de la patria? –interrumpió el Genio– ¿Cuál patria han de amar donde no hay sociedad? Ese amor es un vicio, es una preocupación social. Sé más consiguiente, hombre terreno. ¿Acaso estos terrones, estos árboles, estos arroyos son más apreciables y amables que los de mas allá?

     –Pero la reverencia a las leyes bajo que vivimos…

     –¿Y qué leyes crees tú que haya donde no hay vicios que las exijan, ni unión que las establezca?[60] El motivo que empeña a querer más nuestro país que el de los otros es el mismo que nos hace preferir nuestros intereses a los de los extraños: la patria de cada uno es el rincón donde él mismo está, y tan extranjero es para él el que mora a su lado, como el que habita a mil parasangas de su choza. Nada está más lejos del vicio que una benevolencia sin excepciones: amar más a mi país sería un vicio, porque sería amar menos al otro, y esto es contrario a la igualdad de la benevolencia universal[61].

     –¡Qué benevolencia universal! –exclamó con dolor el triste Asem– ¡Qué benevolencia universal es la que consiste en no amar ni favorecer a ninguno![62] ¿Qué extravagante mundo es este en que me hallo? La templanza, si acaso la hay, es su única virtud[63]; la grandeza de alma, la liberalidad, la conmiseración, la amistad, la sabiduría, el pudor, las conversaciones instructivas, el amor de la patria, la sociedad: todas estas son aquí virtudes desconocidas, o tenidas por vicios y superfluidades: aquí no hay artes, aquí no hay leyes: ¿qué hay aquí bueno? Veo claramente que el que se limita a no tener vicios está muy lejos de ser virtuoso: veo que buscar por verdadera mejoría un mundo sin vicios es una quimera si ha de ser habitado por hombres que en sí mismos tienen la corrupción y la inconsecuencia[64].

     “Llévame, oh, buen Genio; llévame a mi antiguo mundo, al mundo que mi necedad impaciente menospreciaba: un mundo que ha moderado, arreglado y equilibrado el eterno legislador Alah vale mucho más que el mundo que imaginó el profeta, que el que yo pensaba admirar, y que cuantos pueden inventar los famosos charlatanes que llaman filósofos. Desengañado ya, seré capaz de tolerar la ingratitud, el odio y el desdén de los otros hombres sin ser yo desdeñoso, desamorado ni ingrato. Mi altanería era digna del trato que recibí: acusando a la providencia, demostraba mi ignorancia; si yo consiguiere libertarme de vicios, tendré compasión de los que fueren arrastrados a ellos.

     Al decir tales palabras, dándole un soplo el Genio celestial, le puso a la orilla de la laguna donde lo había recibido, y, cuando Asem intentaba sentarse para descansar, de tan continua y fatigosa admiración, desapareció el sublime conductor como un humo entre gran multitud de tremendos truenos.

     Despertó entonces el tétrico musulmán, y con extremo pasmo se halló recostado en la hendedura de una peña, donde había estado dormido, sin que toda la pasada visión hubiese sido más que un ensueño. Sin embargo, las reflexiones que le había sugerido su fantasía conservaron su fuerza y su convencimiento. Determinó, pues, volver a la sociedad, y restituirse al amor de los hombres, tolerando sus flaquezas, sus vicios y sus defectos[65].

     Caminó al Segestán, donde había nacido, y aplicándose como pudo al comercio, aprovechó las reflexiones que había hecho en la soledad: consiguió poco a poco un bienestar[66]: adquirió nuevos amigos y se reconcilió con los antiguos: vivió, en fin, muchos años con la comodidad y dulzura, que no pudiera conseguir en el soñado mundo sin vicios[67].

REFERENCIAS.

Álvarez Barrientos, Joaquín (1991). La novela del siglo XVIII. Madrid: Júcar.

Baquero Goyanes, Mariano (1988). Qué es el cuento. Qué es la novela. Murcia: Universidad de Murcia.

De Lorenzo Álvarez, Elena (2014). ‘Alteraré, mudaré, quitaré y añadiré’. Nuevas fuentes de los pasatiempos de Trigueros. Bulletin of Spanish Studies, XCI(9-10), 187-198.

Fernández Bremón, José (2012). El futuro dictador. En J. Fernández Bremón, El crimen de ayer y otros cuentos (pp. 155-160). Sevilla: Renacimiento. (Obra original publicada en 1879).

García Garrosa, María Jesús (2016). Reflexiones sobre la traducción en España: 1800-1830. En F. Lafarga, C. Fillière, M. J. García Garrosa y J. J. Zaro, Pensar la traducción en la España del siglo XIX (pp. 13-54). Madrid: Escolar y Mayo Editores.

García Garrosa, María Jesús y Lafarga, Francisco (2004). El discurso sobre la traducción en la España el XVIII: estudio y antología. Kassel: Reichenberger.

Goldsmith, Oliver (1765). Essays. Londres: W. Griffin.

Israel, Jonathan (2012). La ilustración radical. La filosofía y la construcción de la modernidad 1650-1750 (Trad. A. Tamarit). México D. F.: Fondo de Cultura Económica. (Obra original publicada en 2001).

Lafarga, Francisco y Pegenaute, Luis (2016). Hacia una poética de la traducción en la España del XIX: sobre los estrechos límites entre creación y traducción. EnF. Lafarga y L. Pegenaute (Eds.), Autores traductores en la España del siglo XIX (pp. 1-12). Kassel: Reichenberger.

Moreno, Fernando Ángel (2010). Teoría de la literatura de ciencia ficción. Vitoria: Portal Editions.

Palardy, Diana Q. (13 de enero de 2018). Criterios de identificación de distopías. Spanish Dystopias.

Palardy, Diana Q. (31 de enero de 2021). Lista de distopías españolas. Spanish Dystopias.

Sargent, Lyman Tower (1994). Three Faces of Utopianism Revisited. Utopian Studies,5, 1-37.

Todorov, Tzvetan (2013). Nosotros y los otros (Trad. M. Mur). Madrid: Siglo XXI. (Obra original publicada en 1989).

Trigueros, Cándido María (1804a). El mundo sin vicios. En C. M. Trigueros, Mis pasatiempos. Almacén de fruslerías agradables. Volumen II (pp. 49-78). Madrid: Viuda de López.

Trigueros, Cándido María (1804b). Mis pasatiempos. Almacén de fruslerías agradables. Volumen I. Madrid: Viuda de López.


[1] Los criterios que esta investigadora ha seguido para la identificación de distopías parten de las definiciones de Lyman Tower Sargent (1994) y Fernando Ángel Moreno (2010). La primera de estas incide sobre que se trata de una sociedad que no existe, que es descrita en detalle y que pretende ser peor que la del lector; la segunda, que parte de la hiperbolización de los problemas de una sociedad conocida. Véase Palardy (2018).

[2] Consideramos que se trata de un cuento y no de una novela debido a la brevedad con la que se suceden los acontecimientos y a la escasez de detalles prescindibles o accesorios; véase Baquero Goyanes (1988).

[3] Dentro del movimiento ilustrado, la Ilustración radical era aquella que “rechazaba todo compromiso con el pasado y buscaba acabar con las estructuras existentes en su totalidad, negando la Creación como la entendía tradicionalmente la civilización judeocristiana y la intervención de la Divina Providencia en los asuntos humanos” (Israel, 2001/2012, p. 29).

[4] Goldsmith: “on the bleakdom of this frightful mountain” (1765, p. 126); “en la desolación de esta montaña espantosa”.

[5] Goldsmith: “Asem” (1765, p. 126).

[6] Goldsmith: “grateful return” (1765, p. 126), “agradecimientos”.

[7] Goldsmith: “ungrateful world” (1765, p. 127), “mundo desagradecido”.

[8] Trigueros omite la siguiente frase: “Resolved therefore to continue no longer in a world which he hated, and which repaid his detestation with contempt, he retired to this región of sterility, in order to brood over his resentment in solitude, and converse with the only heart he knew, namely, with his own” (1765, p. 127); “Resuelto, pues, a no continuar más en un mundo que odiaba y que pagaba su odio con desprecio, se retiró a esta región de esterilidad, para meditar en soledad sobre su resentimiento y conversar con el único corazón que conocía, es decir, con el suyo”.

[9] A esta palabra Goldsmith añade el adjetivo “only” (1765, p. 127), “único”.

[10] Esta frase en Goldsmith es más compleja: “drink was fetched with danger and toil from the headlong torrent” (1765, p. 127); “agua obtenida de con peligro y trabajo de algún torrente precipitado”.

[11] Estos dos adjetivos sustituyen a la frase original “sequestered from society” (Goldsmith, 1765, p. 127), “secuestrado de la sociedad”.

[12] Goldsmith: “To this capacious mirror he would sometimes descend, and, reclining on its steep banks, cast an eager look on the smooth expanse that lay before him” (1765, p. 128); “A este espejo de gran capacidad descendía a veces y, reclinándose en sus empinadas orillas, lanzaba una mirada ansiosa a la suave extensión que se yacía ante él”. Se introduce, a partir de aquí, el motivo del sueño, que proporcionará posteriormente una explicación racional al sobrenatural suceso.

[13] Goldsmith: “often” (1765, p. 128), “a menudo”.

[14] Las exclamaciones de esta frase y de la anterior quedan omitidas en el original (Goldsmith, 1765, p. 127).

[15] Goldsmith añade el adjetivo “vile” (1765, p. 128), “vil”.

[16] Esta oración y la anterior son afirmativas en el original (Goldsmith, 1765, p. 128)

[17] Goldsmith: “Creator” (1765, p. 128), “creador”.

[18] Estas frases sustituyen a otras mucho más sencillas y breves del original: “A world of moral rectitude should be the result of a perfectly moral agent. Why, why then, oh Allah!” (Goldsmith, 1765, pp. 128-129), “Un mundo de rectitud moral debería ser el resultado de un agente perfectamente moral. ¡Por qué, por qué entonces, oh Allah!”.

[19] La alusión a sus filósofos contemporáneos parece, a la luz de lo razonado en la introducción, una diatriba contra los pensadores en la línea de Diderot.

[20] Goldsmith: “genius” (1765, p. 129); “genio”.

[21] Goldsmith: “thy justice, thy integrity, thy misteries” (1765, p. 129), “tu justicia, tu integridad, tus misterios”.

[22] Goldsmith añade: “and be wise” (1765, p. 129); “y sé sabio”.

[23] Esta frase sustituye a: “immediately descend upon the lake” (Goldsmith, 1765, p. 130), “inmediatamente descendió sobre el lago”.

[24] Se omite la siguiente frase del original: “the waters closed over their heads” (Goldsmith, 1765, p. 130), “las aguas se cerraron sobre sus cabezas”.

[25] Goldsmith añade el adjetivo “rationals” (1765, p. 130), “racionales”.

[26] Goldsmith: “but permite me, for some time, to attend you” (1765, p. 131), “pero permíteme, por un tiempo, que te atienda”.

[27] Las exclamaciones no figuran en el original (Goldsmith, 1765, p. 131).

[28] Goldsmith: “O for an immorality to spend it among men who are incapable of ingratitude, injustice, fraud, violence, and a thousand other crimes, that render society miserable!” (Goldsmith, 1765, p. 131) , “ ¡Oh, qué inmoralidad gastar mi vida entre hombres incapaces de la ingratitud, la injusticia, el fraude, la violencia y otros mil crímenes que hacen miserable a la sociedad! “

[29] Goldsmith: “genius” (1765, p. 131), “genio”.

[30] Goldsmith: “ and others that seem only designed for their subsistence; it is the very same in the world over our heads” (1765, p. 132), “y otras que parecen destinadas únicamente a su subsistencia; es lo mismo en el mundo sobre nuestras cabezas”.

[31] Se omite la siguiente frase: “I would have removed this defect” (1765, p. 132), “hubiera acabado con este defecto”.

[32] Oración afirmativa en Goldsmith (1765, p. 132).

[33] Significativo apunte de Trigueros al señalar la desnudez de los habitantes de su distopía. La inexistencia del pudor será, como más adelante explicará, lo que posibilite la libertad sexual que caracteriza a su mundo frente al trazado por Goldsmith.

[34] El diminutivo es añadido de Trigueros (Goldsmith, 1765, p. 133).

[35] De nuevo, el diminutivo no figura en el original de Goldsmith (1765, p. 133).

[36] Se omite el completo indirecto que figura en el original, “to his guide” (Goldsmith, 1765, p. 133), “a su guía”.

[37] En el original esta frase viene precedida de “is truly surprising” (Goldsmith, 1765, p. 133), “es desde luego sorprendente”

[38] Goldsmith: “Asem” (1765, p. 133)

[39] Se omite el adverbio “similing” (Goldsmith, 1765, p. 134), “sonriendo”.

[40] Goldsmith: “the brute creation” (1765, p. 134), “la creación bruta”.

[41] Goldsmith: “houses” (1765, p. 134), “casas”.

[42] Los puntos suspensivos son añadidos por Trigueros (Goldsmith, 1765, p. 134).

[43] Trigueros omite el siguiente complemento circunstancial: “before I spend much more time here” (Goldsmith, 1765, p. 134).

[44] Tras esto, en el original el genio emite otra exclamación: “How ridiculous!” (Goldsmith, 1765, p. 135), “¡Qué ridículo!”

[45] Goldsmith: “his instructor” (1765, p. 134), “su instructor”.

[46] Goldsmith: “We have no wisdom here, for we have no ocassion for it” (1765, p. 135), “No tenemos sabiduría aquí, porque no tenemos ocasión para ello”

[47] Goldsmith añade a la enumeración el término “luxury” (1765, p. 135), “lujo”.

[48] Goldsmith: “the other” (1765, p. 135), “el otro”.

[49] En el original hay una disyunción respecto a ese sustantivo: “fear or friendship” (1765, p. 135), “miedo o amistad”.

[50] Goldsmith: “where all are equally meritorious” (1765, p. 135), “donde todos tenemos el mismo mérito”.

[51] Goldsmith: “said Asem” (1765, p. 136), “dijo Asem”.

[52] Goldsmith: “the inhabitants must be happy; each is contented with his own possessions, nor avariciously endeavours to head up more than is necessary for his own subsistence: each has therefore leisure for pitying those that stand in need of compassion” (1765, p. 136); “los habitantes deben ser felices; cada uno está contento con sus propias posesiones, y no se esfuerza avariciosamente por acaparar más de lo necesario para su propia subsistencia: cada uno tiene, por lo tanto, tiempo libre para compadecerse de aquellos que necesitan compasión».

[53] Se omite el adverbio “immediately” (Goldsmith, 1765, p. 136), “inmediatamente”.

[54] Goldsmith: “”Strange,” cried the son of Adam, “that men who are free from vice should thus suffer so much miserty without relief!”“ (1765, p. 136); “–¡Qué raro! –exclamó el hijo de Adán– que hombres libres de vicio sufran así tanta miseria sin alivio!”.

[55] Goldsmith: “”Be not surprised”, said the wretch who was dying” (1765, p. 136); “–No te sorprendas –dijo el moribundo que yacía”

[56] Se omite la siguiente frase del original: “They never are possessed of a single meal more tan is necessary; and what is barely necessary cannot be dispensed with” (Goldsmith, 1765, p. 137), “Nunca tienen a su alcance más comidas de las necesarias, no se puede prescindir de lo que realmente se necesita”.

[57]  Los puntos suspensivos de esta intervención de Asem son agregados por Trigueros (Goldsmith, 1765, p. 137).

[58]  Oración afirmativa en el original (Goldsmith, 1765, p. 137).

[59] Goldsmith: “Even the want of ingratitude is no virtue here, since they never received a favour” (Goldsmith, 1765, p. 137); “Ni la gratitud es una virtud aquí, porque nunca han recibido un favor”.

[60] Goldsmith: “”Peace, Asem”, replied the guardian, with a countenance not less severe tan beautiful, “nor forfeit all thy pretensions to wisdom”“ (1765, p. 137); “–Paz, Asem –respondió el guardián, con un semblante no menos severo que bello –no pierdas todas tus pretensiones de sabiduría”.

[61] Goldsmith: “and you see is practised here” (1765, p. 137), “y puedes ver que aquí se practica”.

[62]Goldsmith: “”Strange!”, cries the disappointed pilgrim, in an agony of distress (1765, p. 137), “¡Extraño! –lloró el disgustado peregrino, en una agonía de desesperación”.

[63] Se omite las siguientes frases del original: “and in that they are no way superior to the very brute creation. There is scarce an amusement which they enjoy” (1765, pp. 137-138), “y no son de ninguna manera superiores a las creaciones más brutales. Apenas hay un deleite que disfruten”.

[64]Goldsmith: “thus it seems, that, to be unacquainted with vice is not to know virtue” (1765, p. 138), “por lo que parece que desconocer el vicio no es conocer la virtud”.

[65] Goldsmith: “Asem, astonished at the terror of the scene, looked for his imaginary world; when, casting his eyes around, he perceived himself in the very situation, and in the very place, where he first began to repine and despair; his right food had been just advanced to take the fatal plunge, nor had it been yet with drawn; so instantly did Providence strike the series of truths just imprinted on his soul. He now departed from the water-side in the tranquillity, and, leaving his horrid mansion, (…)” (1765, pp. 138-139), “ Asem, asombrado por el terror de la escena, buscó su mundo imaginario; cuando, mirando a su alrededor, se percibió en la misma situación y en el mismo lugar donde había comenzado a lamentarse y desesperarse; su pie derecho acababa de adelantarse para dar el paso fatal, y aún no se había retirado; así instantáneamente la Providencia golpeó la serie de verdades que acababan de imprimirse en su alma. Ahora partió del lado del agua en la tranquilidad, y, dejando su horrible mansión, (…)”. La oración que comienza tras el punto y aparte, “Caminó al Segestán”, continuaba esta otra en el original.

[66] Se omite la siguiente frase del original: “the number of his domestics increased” (1765, p. 139); “el número de sus domésticos se incrementó”.

[67] Goldsmith: “nor did he receive them with disdain: and a youth of misery was concluded with an old age of elegance, affluence and ease” (1765, p. 139); “y no los recibió con desdén: su juventud de miseria se concluyó con una vejez de elegancia, opulencia y desenvoltura”.