Maltusianismo y control social en la distopía hollywoodiense de finales del siglo xx.

Malthusianism and social control in the Hollywood dystopia in the late 20th century.

José Manuel Caro Gavilán

Doctor por la Universidad de Cádiz, dentro del Programa de Doctorado en Artes y Humanidades

jm.caro.gavilan@gmail.com

Recibido: 20/02/2021 / Aceptado: 28/02/2021

Resumen.

       El maltusianismo decimonónico, y su desarrollo gracias al neomaltusianismo de finales del siglo xix, atendían a las consecuencias que la sobrepoblación, derivada del desequilibrio entre los medios de subsistencia y la población, podría tener en una sociedad. Esta ideología científico-social conservadora fue revitalizada a finales del siglo xx de manera que, al igual que en la centuria anterior, la cultura popular de masas reflejó este ideario en sus narrativas. De esta forma, Wedlock, Fortress, Judge Dredd e, incluso, Total Recall y Johnny Mnemonic destacan entre los relatos distópicos hollywoodienses que, en un contexto conservador y en crisis del que son incapaces de desinhibirse, difunden y perpetúan el control social maltusiano en sus especulaciones negativas de sociedades futuras. Estos, en su calidad de registros del pasado, pueden ser analizados desde una perspectiva de análisis neohistoricista, al realizar una interpretación de la sociedad a la que pertenecen creando otra, de manera que el contexto real forma parte de la ficción.

Palabras clave.

       Distopía, Hollywood, Maltusianismo, Control social, Siglo xx.

Abstract.

Nineteenth-century Malthusianism, and its development thanks to neo-Malthusianism of the late nineteenth century, addressed the consequences that overpopulation, derived from the imbalance between means of subsistence and population, could have in a society. This conservative social-scientific ideology was revitalized at the end of the 20th century so that, as in the previous century, popular mass culture reflected this ideology in its narratives. In this way, Wedlock, Fortress, Judge Dredd and even Total Recall and Johnny Mnemonic stand out among the dystopian Hollywood narratives that, in a conservative context and in crisis from which they are unable to disinhibit, spread and perpetuate Malthusian social control in their negative speculations of future societies. These narratives, considered as records of the past, can be analyzed from a new historicist analysis perspective, by making an interpretation of the society to which they belong and creating another, so that the real context is part of the fiction itself.

Keywords.

Dystopia, Hollywood, Malthusianism, Social Control, 20th century.

Sugerencia de cita / Suggested citation: Caro Gavilán, José Manuel (2021). Maltusianismo y control social en la distopía hollywoodiense de finales del siglo xx. Distopía y Sociedad: Revista de Estudios Culturales, 1, 39-50.

Los relatos distópicos de Hollywood de finales del siglo xx, como productos culturales de masas, aumentaron en su producción cuantitativa y abandonaron la mera ambientación postapocalíptica, que caracterizaba a los escasos relatos distópicos hollywoodienses anteriores a las últimas décadas del novecientos, para dejar paso a la recreación de sociedades negativas futuras con una estructura política, social, e incluso económica, y en los que se manifiesta de una manera más patente la influencia del discurso científico-social conservador maltusiano. Dentro de la producción de estas narrativas distópicas de masas hollywoodiense de finales del novecientos, la influencia de la revitalización coetánea del discurso maltusiano, dirigido al control de las poblaciones, destaca en los relatos Wedlock (Teague, 1991), Fortress (Gordon, 1992), Judge Dredd (Cannon, 1995) y Johnny Mnemonic (Longo, 1995), en los que se refleja la ideología maltusiana no solo de manera circunstancial, también en la recreación de estas sociedades distópicas cinematográficas, en las que se manifiestan las inquietudes del maltusianismo, de origen decimonónico, enlazando de forma intertextual con su revitalización a finales del siglo xx, difundiéndolo y perpetuándolo gracias a la estructura del modelo industrial hollywoodiense que controla el mercado de la cultura popular de masas audiovisual mundial, lo que le permite poseer una preeminencia en la mercantilización global.

El análisis cultural del subtexto ideológico de estas narraciones distópicas hollywoodienses, entendidas como fuentes históricas, se centra, por tanto, en el ideario científico-social maltusiano reflejado en estos relatos influenciados por su contexto histórico-ideológico. De manera que se atiende al nuevo historicismo, como disciplina metodológica que atiende a las temáticas de poder en el análisis de los textos de ficción de la cultura popular de masas como transmisores de ideas hegemónicas[1] en la sociedad (Hinojosa Picón, 2010, pp. 42-47), no estando tan interesada en las cualidades estéticas del relato como en su condición de registro del pasado (Montes Doncel, 2004, pp. 207-211).

La ideología científico-social conservadora del maltusianismo fue clave para la conformación de las sociedades modernas y tuvo su mayor desarrollo a finales del siglo xix. Fue en este periodo decimonónico cuando el maltusianismo, como ideología justificadora de las sociedades burguesas y liberales, y con el objetivo de lograr el progreso y el orden social y económico, comenzó a usar el evolucionismo social, para explicar el desarrollo de las sociedades, y a propugnar el control de las poblaciones, para evitar la conflictividad que generaría un excesivo desequilibrio entre el volumen de la población y los medios de subsistencia. Todo ello era debido a que los cambios socioeconómicos, el expansionismo y el desarrollo tecnológico e industrial capitalista del ochocientos y principios del novecientos generaron un enorme acrecentamiento de la pobreza y una inhumanidad, que podrían ser consideradas como una contradicción, y que suscitó el interés de ser analizado y explicado (Polo-Blanco, 2016, p. 94), dentro del contexto del siglo xix desde disciplinas como la Economía, distinguiendo cómo el liberalismo burgués de la sociedad occidental conducía al Estado.

Así, desde la Economía se comenzaban a concebir relaciones entre el capitalismo y la biología, de manera que las acciones y reacciones de los individuos de las clases socioeconómicas inferiores se interpretaban como impulsos por la necesidad biológica del hambre. Este instinto biológico unido a una posición social, económica y política inferior, en una sociedad liberal burguesa guiada por las leyes del mercado, favorecería la naturalización del conflicto social (Castel, 1995/1997, p. 207). De acuerdo con estas ideas, el economista político y clérigo Thomas Robert Malthus estableció sus teorías sobre la relación entre demografía y recursos, y la consecuente lucha por la existencia, entendiendo que los recursos alimenticios establecerían el límite natural del crecimiento de la población (Polanyi, 1944/2003, p. 179). El ideario maltusiano se apoyaba en el precedente teórico de Joseph Townsend quien, en A Dissertation on the Poor Laws, de 1786 (Townsend, 1786/1817), ya situaba al hambre biológica como estímulo de los cambios sociales y determinante último del ordenamiento social. Así, para Malthus, el hambre biológica establecería la alteridad de las posiciones sociales en el mercado laboral, determinando la posición socioeconómica de los individuos. Todo ello, unido a la idea del liberalismo económico, eximido del control estatal, llevaría a una interpretación de la animalización metafórica de las clases populares (Polo-Blanco, 2016, p. 97). Por tanto, Malthus defendió las ideas de libre mercado y laissez faire del capitalismo clásico, oponiéndose a teóricos coetáneos como William Godwin y Marie Jean Antoine Nicolas de Caritat, marqués de Condorcet, los cuales se situaron en contra del principio capitalista clásico de la propiedad privada, y proponían reformas para mejorar la situación de las clases socioeconómicas más bajas, como la abolición de la propiedad privada, en el caso de Godwin, y la redistribución, en el caso de Condorcet (Tapia Granados, 2005, p. 291).

Con todo ello, Malthus realizó en An essay on the principle of population, as it affects the future improvement of society. With remarks on the speculations of Mr. Godwin, M. Condorcet, and others writers, de 1798 (Malthus, 1798/1990), un estudio de economía política en el que se usó la demografía como medio para obtener material empírico en este estudio sobre la producción de la fuerza de trabajo como una mercancía. Aunque Malthus entendía que “[el] principio de la oferta y la demanda intervendrá constantemente para impedir que se den salarios capaces de ocasionar un aumento o una disminución de población” (Malthus, 1820/1977, p. 188), conjeturaba que una demanda abundante y continua de la fuerza de trabajo provocaría inevitablemente un aumento de la población, lo que conllevaría, a su vez, una necesidad de aumentar los recursos alimentarios, relacionando así la teoría económica de la escasez con los principios maltusianos sobre el desequilibrio entre la población y los medios de subsistencia de una sociedad. De esta manera, Malthus vinculaba esta teoría con la idea de la no intervención estatal en la economía, debido a su concepción liberal de la economía y la sociedad, integrada por propietarios y trabajadores, de manera que “el número de estos últimos estaba limitado por la cantidad de alimentos; y mientras que la propiedad estuviese segura, el hambre los impulsaría a trabajar” (Polo-Blanco, 2016, p. 99). La ideología maltusiana se desarrollaría con el tiempo, especialmente desde finales del siglo xix, en nuevas interpretaciones que dieron lugar al neomaltusianismo, el cual fue definido por Leroy Beaulieu como la teoría según la cual la sobrepoblación “es la causa principal de la miseria entre los hombres y especialmente en la clase popular […] y recomienda un conjunto de prácticas diversas, de artificios para hacer improductivas a voluntad las relaciones sexuales” (Cohen Amselem, 1987, p. 199).

Sin embargo, no fue hasta finales del siglo xx cuando la ideología maltusiana fue revitalizada gracias a académicos neomaltusianos como Thomas Homer-Dixon y Jack Goldstone, más alarmistas, o como Colin H. Khal y Richard A. Matthew, más moderados, quienes volvieron a popularizar las teorías maltusianas y las advertencias sobre un futurible crecimiento exacerbado de la población y una consecuente escasez de recursos que podrían desembocar en conflictos, los cuales podrían debilitar al Estado o ser utilizados por las elites políticas, económicas y sociales para consolidar su estatus y poder (Urdal, 2005, pp. 419-421). El neomaltusianismo, que tuvo su origen en Reino Unido y se extendió a otras sociedades industrializadas europeas y americanas, como Estados Unidos, fue aplicado también a finales del siglo xx en países con menor peso económico mundial, donde se reavivaron cuestiones decimonónicas estableciendo un paralelismo entre la atracción de flujos migratorios internacionales, a causa de legislaciones poco restrictivas, y la idea maltusiana del aumento demográfico de las clases más pobres a causa de la leyes de pobres, lo que provocaría un desequilibrio entre la población y los recursos con los que cuenta la sociedad para abastecerse (Collantes Gutiérrez, 2003, pp. 150-166). En este sentido es necesario considerar el estudio Los límites del crecimiento. Informe al Club de Roma sobre el Predicamento de la Humanidad, encargado por el Club de Roma y publicado en 1972:

El estudio analizaba la evolución de la humanidad en cinco sectores de desarrollo global: el crecimiento de la población mundial, la industrialización, la contaminación del medio ambiente, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales. Sobre la base de un «modelo de mundo» construido a partir de estos sectores predecía que, si el crecimiento no se frenaba, “se alcanzarían los límites absolutos del crecimiento sobre la Tierra en el curso de los cien años” y, “con toda probabilidad”, sobrevendría “un descenso bastante rápido e incontrolable de las cifras de población y de la capacidad industrial”. Todavía sería tiempo, durante unas décadas, de conseguir, mediante el cambio de las tendencias del crecimiento, un estado de equilibrio ecológico y económico, y, cuanto antes se produjera, tanto mayores serían las oportunidades de que la humanidad llegara a tal equilibrio (Hölscher, 1999/2014, p. 218).

El conservadurismo científico-social maltusiano y sus inquietudes de origen decimonónico, recuperados a finales del siglo xx, ya fueron recogidos por la cultura popular de masas del ochocientos, y así por los relatos distópicos coetáneos[2], de manera que pueden ser igualmente explorados en las estructuras narrativas de los relatos hollywoodienses de distopía de finales del siglo xx, los cuales recogieron esta revitalización de la ideología maltusiana convirtiéndola en una característica habitual en este tipo de especulaciones negativas de sociedades futuras. En algunos casos aparecen como meros apuntes que sirven para describir el entorno en el que se desarrolla el relato, como es el caso de Johnny Mnemonic (dirigido por Robert Longo en 1995), de manera que al hacer referencia a los LoTeks, un movimiento de resistencia formado por individuos subversivos de clase socioeconómica baja enfrentado a las corporaciones multinacionales que gobiernan el mundo en la segunda década del siglo xxi, los sitúa viviendo “in the old city cores, like rats in the walls of the world” (Longo, 1995), según el texto sobreimpresionado en pantalla al inicio de la película.

Sin embargo, la preocupación maltusiana por el desequilibrio entre recursos y población se manifiesta de manera más evidente en los relatos Wedlock (dirigido por Lewis Teague, en 1991), Fortress (dirigido por Stuart Gordon, en 1992) y Judge Dredd (dirigido Danny Cannon, en 1995), en los que el poder, tanto político como económico, se preocupa por corregir este desequilibrio controlando el crecimiento poblacional. En el caso de Wedlock, se plantea un futuro cercano en algún momento del siglo xxi en Estados Unidos, país que se encuentra en una situación de precariedad ante la cual el Estado ha privatizado la policía, plantea la privatización de los centros penitenciarios y establece medidas como el control de matrimonios y el racionamiento de agua mediante controladores federales. La sequía que provoca la escasez de agua, unida a una excesiva contaminación que ha provocado un desastre ecológico, conlleva que el agua potable solo se encuentre embotellada e, incluso, se llegue a considerar como un producto de lujo. Así, este relato cinematográfico incrusta en su narrativa un informativo televisivo como estrategia de verosimilitud y objetividad factual:

NEWSCASTER: As the drought enters its 16th destructive year, the cost of water continues the skyrocket. LA officials project another three million residents will move… […] Meanwhile, in an attempt to salvage the already plumbing American economy… […] the gold standard, a desperate measure not used since the Great Depression.

INTERVIEWEE: It’s time to put the American dollar on the endangered species list. Not only has it dropped to record lows against all foreign currency, if we don’t bedrock our dollar on a solid reserve of gold… (Teague, 1991).

Se aplica de esta manera la teoría de la escasez, una de las premisas de la política económica clásica que podían ser aplicadas a cualquier sociedad y en la que Malthus se basó, separando los conceptos de evolución y progreso, al entender que la población crece de forma geométrica y los recursos alimentarios de una sociedad (medios de subsistencia) de manera aritmética, de forma que un gran desequilibrio entre ambos crecimientos conllevaría la escasez de recursos y la miseria (Urdal, 2005, p. 418). Esta tendencia al desequilibrio entre población y recursos podría ser frenada, aunque no solucionada, gracias a una serie de checks, controles o frenos, que Malthus concibió influenciado por su condición de clérigo con el objetivo de influir en el factor del crecimiento poblacional. De esta manera, el principio de la población maltusiano tiene dos versiones: la versión dura o fisiológica, aplicada mediante controles positivos; y la versión blanda o sociológica, centrada en el comportamiento colectivo de la sociedad sobre el que deberían actuar los llamados controles preventivos, los cuales se basan en la abstinencia o el retraso de la edad del matrimonio, lo que se traduciría en un menor número de nacimientos.

Atendiendo a esta la versión blanda o sociológica del principio de la población maltusiano, los controles preventivos destinados a corregir la superpoblación achacada en concreto al crecimiento de las clases socioeconómicas más bajas, la actuación estatal en el relato distópico Wedlock permite la realización del experimento piloto de una cárcel privada mixta en la cual los dormitorios están separados por sexos y están prohibidas las relaciones sexuales, excepto en la magic hour. Se trata de una forma de control de los presos ideada por el alcaide para rebajar la tensión generada en el centro penitenciario y en el que existen máquinas expendedoras de profilácticos en las que se puede leer: “Avoid the death penalty. Use a condom” (Teague, 1991). Esta advertencia puede estar relacionada con el control del crecimiento vegetativo de las clases socioeconómicas más bajas, aunque puede reflejar también una de las ansiedades sociales más relevantes de la época en la que se produjo la película, es decir, la amenaza del sida como pandemia.

Estas medidas del control del crecimiento de la población de las clases socioeconómicas más bajas también se refleja en Fortress (Gordon, 1992), donde se han producido los peores presagios de la ley demográfica maltusiana debido al grave desequilibrio entre población y recursos, el cual pretende ser atajado con, al menos, dos medidas, por parte del poder autocrático de la compañía Men-Tel, contratista del Estado y dueña tanto de los individuos presidiarios como del recinto penitenciario en el que está ambientado este relato distópico. Una de las medidas consiste en el perfeccionamiento de la eficiencia de la biología del cuerpo humano a través de implantes robóticos, alcanzando así la optimización de la producción y distribución de alimentos, con el consecuente ahorro en gastos salariales e infraestructuras. A pesar de que Malthus, a la hora de elaborar sus teorías, no tuvo en cuenta el factor tecnológico (Coca Benjumea, 2004, pp. 58 y 59), en la sociedad distópica de Fortress ha comenzado un proceso de robotización de individuos con el objetivo de ahorrar alimentos y combustibles de manera que las hambrunas y la superpoblación dejaran de ser problemas para la humanidad. Aunque, para Karl Marx, las ideas maltusianas eran una manifestación de los intereses de las clases dominantes, presentando “la tesis del ejército industrial de reserva, formado por obreros desplazados de sus empleos a causa de la introducción continua de maquinaria y tecnologías ahorradoras de trabajo” (Collantes Gutiérrez, 2003, p. 158), las hambrunas causadas por el desequilibrio entre el crecimiento de la población y el de los recursos serían, tanto para la sociedad distópica del relato Fortress como para Malthus, un obstáculo a la hora de alcanzar la perfección humana, de manera que el uso de la tecnología, como lo es la robótica, no solo es una medida contra el desequilibrio maltusiano, también manifiesta los intereses de las clases socioeconómicas dominantes. Todo ello, por tanto, se sitúa en contra del concepto ilustrado y utópico del ser humano y de la sociedad como potencialmente perfectos, puesto que pensadores como Godwin y Condorcet concebían “la posibilidad de llegar en breve a una sociedad ideal, en la que la justicia, la tiranía, la miseria y la desigualdad desaparecieran; y en la que todos los hombres fueran iguales, virtuosos, infinitamente perfectos y felices” (Santiago Hernando, 1995, p. 242).

La otra medida es legislativa, la cual trata de reducir el número de habitantes, mediante el control del crecimiento vegetativo de la población, gracias a la implantación de la política de hijo único y la esterilización. Esta disposición legislativa que permite un control de la natalidad, con el propósito de equilibrar la relación entre población y medios de subsistencia, responde a la idea de los controles maltusianos que, con el objetivo de evitar la superpoblación, relacionaba la procreación con la llamada “pasión entre los sexos” de Malthus. La relación que establece este principio “entre la llamada «pasión entre los sexos» y la procreación carece de solidez y muestra hasta qué punto se solapan en Malthus los discursos moral y científico” (Collantes Gutiérrez, 2003, pp. 151-159). Esta relación no resultaba sostenible ante la preocupación económica que los progenitores podrían tener respecto al número de descendientes. Sin embargo, la ineficacia de esta medida fue reconocida por el propio Malthus, el cual admitió que los controles por él propuestos solo servían para disminuir, no contrarrestar, el aumento de la población (Coca Benjumea, 2004, p. 63).

Así, también fracasaría la versión dura o fisiológica del principio de la población maltusiano, centrada en los individuos de una sociedad sobre los que incidirían los llamados controles positivos, y cuyos efectos serían más rápidos que los de los frenos preventivos. Entre los controles positivos destacan las enfermedades (como la peste), la muerte (especialmente las precoces y las causadas por la guerra), la miseria, el vicio y las hambrunas, siendo estos frenos los considerados por Malthus como los más efectivos y los que más ayudan a menguar el desequilibrio población-recursos. Esta versión fue criticada por no considerar el aumento de la producción de recursos, gracias a la invención y aplicación de mejoras tecnológicas, que, como consecuencia, disminuiría la necesidad de estos recursos por parte de los miembros de las clases más necesitadas. De manera que, ante el fracaso de los controles positivos y de la incapacidad tecnológica para satisfacer la demanda de recursos, la sociedad distópica de Fortress ha sido concienciada del problema de la superpoblación y ha normalizado la criminalización y el castigo de aquellos progenitores con más de un hijo con penas de cárcel, de manera que la aplicación estricta y deshumanizada de la política de hijo único conlleva a que las mujeres sean escaneadas en puestos de control y la esterilización sea una práctica socialmente aceptada después del primer nacimiento. En los casos de un segundo embarazo, los progenitores son encarcelados y los individuos recién nacidos, en la cárcel, pasan a ser propiedad de la compañía dueña y administradora del recinto penitenciario. Poe, el alcaide de la prisión en la que se desarrolla el relato distópico Fortress, explica esta coyuntura al protagonista, futuro padre ilegal:

POE: The law is clear. One child per woman. We live on a very small and fragile planet. We must maintain the population balance. Abortion is illegal and that leaves only one alternative (Gordon, 1992).

De esta manera, no es extraño que, a pesar del estricto control de los nacimientos, el aborto no esté legalizado debido a que los hijos nacidos ilegalmente suponen un beneficio económico. La compañía Men-Tel es dueña tanto del personal recluido en sus recintos penitenciarios como de los hijos ilegales que nacen en ellos. Así, como dueña de futuros esclavos, la compañía usa a los nacidos fuera de la legalidad como mano de obra, algunos de los cuales podrían llegar a ser individuos no subversivos que trabajarían convencidos de la eficiencia del orden establecido por Men-Tel. Este es el caso de Poe, quien es propiedad de la compañía donde ocupa un puesto de responsabilidad tras haber nacido como un hijo ilegal y ser convertido en un individuo no subversivo. Este presagio de catástrofe en un posible futuro fue relacionado por Malthus con el control social de la gobernanza liberal decimonónica:

El arte liberal del gobierno […] busca gobernar potencialmente sobre sujetos responsables que viven en un territorio confinado, cargados con un cuerpo reproductor y trabajador, condenados a ser libres y enfrentados a un trabajo duro y sin tregua […] Busca gobernar mediante la previsión y la responsabilidad, más que sobre la libre elección, y busca armonizar los sujetos y las poblaciones (Dean, 2015, pp. 172 y 189).

El carácter irresoluble del desequilibrio entre población y recursos conllevaría, para el maltusianismo, la consecuencia inevitable del conflicto, teniendo en cuenta, como elementos característicos, la fertilidad de la población, la escasez de los medios de subsistencia y la limitación espacial. Malthus, como ya lo hiciera Townsend, preveía la desaparición de los individuos pertenecientes a las clases populares, aquellos que carecen de los medios para lograr su supervivencia biológica, y que constituirían el excedente poblacional que provocaría el desequilibrio población-recursos. De esta manera, en el caso de Judge Dredd (Cannon, 1995) no es difícil encontrar referencias a la teoría demográfica maltusiana. Así, al igual que el relato Johnny Mnemonic (Longo, 1995), el texto introductorio inicial de la película dirigida por Danny Cannon expone en pantalla que “in the third millennium […] millions of people crowded into a few Mega Cities”, un hecho del que es consciente el Consejo de Jueces que gobierna Mega-City I, la ciudad en la que transcurre el relato:

JUDGE EVELYN McGRUDER: If we don’t increase our resources, they will be inadequate in less than three years.

JUDGE CARLOS ESPOSITO: Three years? Our resources are inadequate now!

JUDGE FARGO: My fellow Council members, as a city we continue to grow, and growth is painful. Sixty-five million people living in an area designed for no more than twenty! It’s not enough that they rely on us for food, clothes, water, clean air,… (Cannon, 1995).

Este desequilibrio maltusiano entre recursos y población que caracteriza a Mega-City I llevaría, de una manera inevitable, al conflicto[3] y a la llamada dureza de la vida salvaje de Malthus, caracterizada por la apatía y la aversión al trabajo, acompañadas por prácticas como el canibalismo, la violencia y el crimen. La longeva y, aparentemente, irresoluble guerra de bloques que tiene lugar en la megaciudad distópica del relato Juez Dredd enfrenta a la clase sociopolítica más alta, los jueces, con la socioeconómica más baja, los ciudadanos subversivos de los barrios bajos organizados en bandas, enfrentadas también entre sí. De esta manera se atiende a las ideas de competencia[4] y selección, inherentes a esta teoría del conflicto debido a la dureza de la vida salvaje como generadora de infelicidad y miseria. El maltusianismo adoptó la premisa de que la miseria no tiene unas causas de origen socioeconómico, sino natural. Las constantes leyes naturales harían consustancial a la miseria en las clases socioeconómicas más bajas, como una consecuencia irremediable y responsable de estas clases sociales. Esta causalidad hizo mayor la acogida y el impacto de las teorías maltusianas como justificadoras, entre los gobiernos y clases hegemónicas.

The relentlessness of this “savage life” regarding the consummation of food and the reproduction of itself was only to be matched by an “eternal pressure” of scarcity that had a cultural-political task to fulfill: To instill futurity and civilization by teaching postponement and deferral. As a vehicle to producing futurity, scarcity was to mediate between the resources of today and tomorrow. In this discourse, scarcity was needed as a permanent remainded and eternal governor for producing orderly subjects, civilization, cohesion, an wealth at once (Tellmann, 2017, pp. 176-177).

De esta manera, el progreso queda cercenado ante la lucha perpetua por la subsistencia de los individuos entre sí y con el medio. Todo ello es lo que entiende el maltusianismo como la dureza de la vida salvaje, dentro de la cual tienen cabida especialmente la delincuencia y la miseria, además de hambrunas, guerras y epidemias. De manera que la vida salvaje se puede interpretar como una catástrofe perpetua derivada de una falta de consideración del futuro, es decir, una manifestación de la sociedad “como resultado de su inmediatez, el disfrute de la abundancia temporal y la falta de contención reproductora” (Dean, 2015, p. 169). Esta falta de atención a las consecuencias futuras ha llevado a la sociedad distópica del relato Judge Dredd a una vida salvaje, un conflicto armado urbano entre las bandas callejeras y los jueces, la llamada guerra de bloques, la cual es considerada por el Consejo de Jueces, el poder autocrático gobernante de Mega-City I, como una epidemia que es necesario erradicar. Este estadio de violencia salvaje fue originado por las bandas callejeras en el pasado de la megaciudad en la que se desarrolla el relato, lo que provocó el colapso del sistema judicial. Los jueces totalitarios que controlan en el relato a la ciudadanía pertenecen a la élite de esta sociedad urbana caracterizada por la escasez de recursos y la superpoblación. De esta forma, todos ellos se encuentran inmersos en un conflicto armado en un espacio urbano deshumanizado. Esta deshumanización generalizada se produce, por una parte, en los barrios bajos, así el periodista de Mega-City I, Vartis Hammond, expone que “some people think working these mean streets has a dehumanizing effect” (Cannon, Lippincott y Marks, 1995); y por otra, en la élite sociopolítica del Consejo de Jueces que gobierna la ciudad, donde, uno de sus miembros propone erradicar la violencia y el conflicto mediante la ejecución de aquellos que cometan incluso crímenes menores, de manera que la sociedad representada en este relato distópico hollywoodiense de finales del siglo xx contiene todo un mapa de ideas maltusianas:

La geométrica expansión de la población y el drenaje de los recursos que ello supone no deja sino la imagen de seres sedientos, compitiendo entre sí por los pocos recursos disponibles […] La lucha por la existencia, la competencia, la supervivencia del más apto, la muerte de los débiles son todas expresiones biologizadas de la compleja existencia humana bajo un régimen industrial (Skewes, 2011, p. 2).

En este sentido los conflictos sociales relacionados íntimamente con las clases bajas se entienden como una enfermedad social, la cual es necesario extirpar para volver al orden social. Desde esta perspectiva, la propia esencia de esas clases conduce a pervertir la organización social, por lo que, para Robert Malthus, “preciso es considerar la miseria y la desgracia de que son blanco las clases ínfimas del pueblo como males irremediables” (Malthus, 1798/1990, p. 52). Esta consustancialidad maltusiana de la miseria en las clases socioeconómicas más bajas, de la misma manera que defendería posteriormente el degeneracionismo, se encuentra presente en los relatos distópicos hollywoodienses de finales del siglo xx, como se puede observar en Total Recall (dirigida por Paul Verhoeven, en 1990) y Judge Dredd (Cannon, 1995). En el caso del gueto mutante de Venusville, dentro de la colonia federal de Marte, en Total Recall, la maltusiana relación indisoluble entre miseria y estratos socioeconómicos bajos se manifiesta en este barrio bajo donde viven individuos marginados para los cuales las mutaciones que poseen son derivadas de la pobreza del espacio en el que viven. Las infraestructuras mal construidas, la contaminación y la escasez de recursos, propios de un espacio marginado, conllevan que la población de la colonia entienda las mutaciones como consustanciales al gueto. La idea del origen natural, no socioeconómico, de la miseria y su consustancialidad en las clases socioeconómicas más bajas, la teoría de la escasez, la supuesta inevitabilidad del conflicto social consecuente y las ideas de la competencia y la selección respondían a la tendencia decimonónica de aplicar criterios biológicos a ideologías sociales como ocurría en el maltusianismo. En An essay on the principle of population, as it affects the future improvement of society. With remarks on the speculations of Mr. Godwin, M. Condorcet, and others writers, de Robert Malthus, ya se podía apreciar esa tendencia a biologizar los problemas sociales que continuarían los neomaltusianos y adoptaría también el darwinismo social. “El biologismo ha dado siempre en la historia del pensamiento concepciones reaccionarias del mundo, al servicio de tendencias sociales también reaccionarias, que se sirven de conceptos y métodos «pseudobiológicos» en su lucha contra el progreso” (Nebrera González, 1986, p. 483).

Esta misma consustancialidad se encuentra reflejada tanto dentro como fuera de Mega-City I, la ciudad en la que está ambientada Judge Dredd. Los barrios bajos urbanos en los que tienen lugar las guerras de bloques entre bandas callejeras se caracterizan por el hacinamiento de personas, la contaminación y polución del aire, la violencia y los disturbios callejeros, la saturación de construcciones con serias deficiencias de mantenimiento y conservación, y las calles oscuras llenas de basura y suciedad. De igual manera, en el desierto que rodea la ciudad viven marginados sociales como la familia Angel, dedicados al robo en el espacio desértico denominado como la Cursed Earth, donde se carece de cualquier servicio, público o privado, y los espacios de vivienda se caracterizan por ser cuevas o ruinas de antiguas construcciones en piedra o madera, carentes de la electricidad y la alta tecnología de la megaciudad. De manera que tanto las bandas callejeras de la urbe Mega-City I como la familia Angel de la desértica Cursed Earth son ejemplos de la metáfora maltusiana de la animalización de los individuos:

Los seres humanos, así animalizados, se mueven en unos parámetros determinados únicamente por límites naturales, variables ecológicas y motivaciones biológicas […] “Las leyes de una sociedad competitiva quedaban bajo la sanción de la selva”. La sociedad capitalista y la economía política por ella generada y excogitada devuelven a los hombres al estado de naturaleza; las leyes del mercado competitivo, sobrevenidas con la inexorabilidad de las leyes naturales, sitúan de nuevo a las comunidades humanas en el nicho ecológico de la pura supervivencia biológica; y la comunidad política, por lo tanto, se disuelve de nuevo en la pura especie que evoluciona a través de la pugna fisiológica. Los hombres empiezan a ser comprendidos y tratados como homínidos que compiten en la descarnada lucha por la existencia (Polo-Blanco, 2016, pp. 101 y 102).

Esta lucha causada por el desequilibrio entre recursos y población es, según el maltusianismo, generadora de miseria, la cual no debería ser intervenida mediante legislaciones protectoras de los individuos más necesitados. Para Malthus, la indigencia es sostenida y fomentada gracias a las ayudas sociales puesto que los individuos de las clases socioeconómicas más bajas se administrarían teniendo en cuantas estas ayudas, de las cuales dependerían, lo que traería como consecuencia la falta de previsión a la hora de alcanzar los medios de subsistencia necesarios para mantener la descendencia (Dean, 2015, pp. 169-171). Por lo tanto, esta situación no se debía intentar menguar o revertir mediante legislaciones o ayudas sociales consideradas como protectoras y paternalistas, puesto que el resultado sería contraproducente y supondrían un esfuerzo y un gasto innecesario para el Estado. Con todo ello, para Malthus, sería más efectivo un control estricto del crecimiento de la población perteneciente a las clases socioeconómicas inferiores, puesto que su aumento originaría conflictividad social. De esta manera, la ley natural haría necesario que los nacidos en las clases más bajas asumieran el orden socioeconómico ya establecido y el padecimiento de escasez, la cual es incrementada por la alteración pactada a la baja de los salarios[5] por parte de las clases socioeconómicas más altas (Coca Benjumea, 2004, pp. 61 y 62), debido a que, también, estas alteraciones supondrían un ataque a la propiedad, la cual era entendida como la base de toda sociedad, por lo que estaría por encima de la asistencia a los individuos más necesitados.

Este tipo de intervención protectora, por tanto, alteraría la función de la lucha y la miseria como eliminadoras de los excesos de población, es decir, anularía el control o freno positivo maltusiano. Este tipo de legislación protectora y proteccionista, según Malthus, también haría aumentar la población, sobre todo de los más necesitados, sin un incremento en la productividad de recursos. Esto provocaría un aumento del desequilibrio población-recursos, lo que, a su vez, haría menguar tanto la estabilidad del orden social como los recursos de los individuos que más los merecerían, lo que sería, además, un gasto inútil para el Estado, tal y como concebía, en Judge Dredd, el ex-juez Rico, el cual, estando prisionero, ironiza sobre la conveniencia de uno de los deberes del alcaide: “Feeding these parasites here at the public’s expense?” (Cannon, 1995). Esta frase del ex-juez Rico coincide con la idea de la inconveniencia de la ayuda pública a las clases socioeconómicas más necesitadas propia no solo del maltusianismo, también del darwinismo social y la eugenesia. De esta manera, podemos encontrar en el ideario conservador de finales del siglo xix y principios del xx la crítica por la excesiva preocupación social por “cuidar de los débiles, a través de los hospitales, los orfanatorios, los asilos, los sanatorios, etc. […] Se gastaba mucho dinero en perpetuar todo tipo de «defectos» de la población” (Castro Moreno, 2014, p. 75). Para el maltusianismo, las ayudas sociales recibidas por los individuos de las clases socioeconómicas más bajas provocarían una falsa recreación de la abundancia de la que gozarían los salvajes en estadios evolutivos anteriores. Sin embargo, en las sociedades distópicas hollywoodienses de finales del siglo xx, no existe ningún alivio, ninguna abundancia de los considerados salvajes. De forma que los individuos de las clases socioeconómicas más bajas sufren una situación de miseria ante la desaparición del bienestar público al ser, como consideraba el maltusianismo, culpables de su situación por la falta de previsión en la obtención de los medios de supervivencia:

La vida salvaje del nativo, la vida sin previsión del indigente pobre, la vida industriosa del trabajador independiente y la vida civilizada que éste último hace posible […] están conectadas en un continuum temporal, pero mientras la vida salvaje y civilizada coexisten en el mismo presente, lo hacen en diferentes temporalidades: una atrapada en la inmediatez, la otra orientada al futuro (Dean, 2015, pp. 169 y 170).

Así, en las distopías hollywoodienses de finales del siglo xx, están presentes ambas formas de vida. Por una parte, la vida salvaje, la de los individuos pertenecientes a las clases socioeconómicas más bajas, relacionadas con la miseria, el atavismo y la degeneración que pone en peligro la supervivencia de la especie y la sociedad, como lo son los mutantes del gueto Venusville en Total Recall (Verhoeven, 1990), los LoTeks en Johnny Mnemonic (Longo, 1995) y las bandas callejeras y la familia Angel en Judge Dredd (Cannon, 1995). Por otra, la vida civilizada, la de los individuos no marginados de las sociedades distópicas, las cuales son proyecciones futuras de la sociedad occidental gobernada por líderes autocráticos que pretenden perpetuar su poder en una ciudad, aparentemente civilizada, capitalista e industrializada, siendo esta evolución frustrada por los considerados salvajes. El continuum temporal se rompe debido a la inhumanidad de la sociedad, por lo que la única salida propuesta para la sociedad real es la conservación de los valores presentes, puesto que si se pierden, se llegaría a los peores presagios maltusianos, el hundimiento de una sociedad a causa de la amenaza de la vida indigente que extingue el continuum temporal, debido a que, como manifiestan los principios maltusianos, la escasez se puede manifestar mediante catástrofes tales como guerras, epidemias, hambrunas o la involución a un estadio de salvajismo. De manera que estos relatos cinematográficos, pertenecientes a la cultura popular de masas, enmascaran el discurso de conservación y perpetuación de la sociedad occidental de finales del novecientos presentando una aparente subversión contra el poder de los posibles modelos aciagos de sociedades futuras, los cuales surgirían a raíz de la degeneración del presente real en el que se producen estos relatos y deberían ser evitados.

Los relatos de distopía hollywoodienses de finales del siglo xx proyectan, de esta manera, hipotéticos e hiperbólicos futuros negativos, derivados de la inhibición en el contexto histórico e ideológico en el que son producidos, de manera que se ven influenciados por el discurso científico-social maltusiano del siglo xix revitalizado a finales del novecientos. Por tanto, en estas narrativas distópicas cinematográficas, la lucha contra el poder para detener la catástrofe auspiciada por el maltusianismo en estas las sociedades futuras es un elemento de aparente subversión dentro del discurso conservador de las distopías hollywoodienses. Esta subversión queda deslegitimada al adaptarse en el proceso de continua evolución negociada de los distintos discursos propios de un determinado contexto con el discurso hegemónico, el cual enmascara y normaliza la idea de conservar y perpetuar, y por tanto no trascender, la sociedad finisecular del novecientos, ante los cambios que puede acarrear la crisis por la que atraviesa. De esta forma, llega a reverberar en el discurso distópico el maltusianismo como ideología conservadora y justificadora de la perpetuación estática de las estructuras de poder social, económico y político, con el fin de evitar la propagación y prevenir la subversión y el conflicto social. De manera que el futuro hiperbólico de los relatos de distopía hollywoodienses proyecta una especulación de la sociedad occidental real, de finales del siglo xx, como si toda ella hubiera aceptado y asumido el reduccionismo del discurso científico-social conservador maltusiano decimonónico revitalizado a finales del novecientos.

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[1]“Hay «hegemonía» cuando las facciones de clase dominante no solo dominan, sino que dirigen: cuando no solo poseen el poder coercitivo, sino que se organizan activamente para conducir y obtener el consentimiento de las clases subordinadas. La «hegemonía» depende, por tanto, de una combinación de fuerza y consentimiento […] La hegemonía no puede obtenerse solo en la esfera productiva y económica: debe organizarse al nivel del estado, la política y las superestructuras […] Esas estructuras de la «hegemonía» trabajan mediante la ideología […] «preservando la unidad ideológica de todo el bloque social» […] Las clases dominantes […] se esfuerzan, y en cierto grado lo consiguen, por enmarcar dentro de su alcance todas las definiciones de la realidad, atrayendo todas las alternativas a su horizonte de pensamiento […] El capitalismo reproduce las condiciones de producción «a escala ampliada» y […] ésta debe incluir la reproducción social […] La «reproducción de la sumisión a la ideología dominante» requiere las instituciones culturales, la iglesia, los medios de comunicación de masas, los aparatos políticos y la dirección global del estado” (Hall, 1977/2010, pp. 226-240).

[2]A finales del siglo xix y principios del xx, son destacables los relatos distópicos: The Coming Race, de Edward Bulwer-Lytton, de 1871, novela en la que se plantea una sociedad igualitaria, que ha superado la necesidad de la competencia socialdarwiniana, aunque existe un control del crecimiento poblacional mediante la regulación del matrimonio; Caesar’s Column, de Ignatius Donnelly, de 1890, novela en la que una futura sociedad tecnologizada y plutocrática se encuentra caracterizada por la corrupción, la opresión y la inhumanidad del darwinismo social; The Sleeper Wakes, de H. G. Wells, de 1899, novela en la que se presenta una sociedad futura que ha logrado abolir la enfermedad aunque no así la esclavitud; The Fixed Period, de Anthony Trollope, de 1882, novela ambientada en una sociedadque evita el desequilibrio entre los recursos y el crecimiento de la población restringiendo la esperanza de vida a los sesenta y cinco años; este tipo de desequilibrio, entre recursos y población, también es evitado en lasociedad inventada en la novela The Messiah of the Cylinder, de Victor Rousseau Emanuel, de 1917, de manera que la maximización de la productividad no solo regula los matrimonios, también son eliminados aquellos individuos que no alcanzan un determinado nivel de producción (Claeys, 2017, pp. 295-326).

[3]Del mismo modo, atiende también a una de las consecuencias ideológicas de los cambios políticos, sociales y económicos del siglo xix como fue la aparición de la idea de la sociedad, como consideraba Friedrich Engels, caracterizada por el egoísmo y cuya última consecuencia sería la transformación de la humanidad en un conjunto de individuos aislados y enfrentados entre sí. Así, la libertad individualista de la sociedad burguesa se vio materializada en la propiedad privada, la cual permitiría la movilidad social: “porque la propiedad acumulada no es estática como lo era en el antiguo régimen, sino dinámica, y por su mismo origen tiende a la explotación, a su aumento, y para ello precisa las fuerzas del trabajo, que solo pueden proporcionar aquellos que nada poseen más que justamente la capacidad de trabajo. La sociedad queda así dividida en dos clases: la de los detentadores de los medios materiales necesarios para el ejercicio del trabajo, y la de los que por no disponer más que de su trabajo están forzados a aceptar las condiciones que imponen los primeros. La sociedad de las libertades […] se convierte así, de hecho, en una sociedad de la opresión y «la libertad política en libertad aparente, es decir en la peor especie de esclavitud, porque la libertad aparente es la peor servidumbre». Las relaciones reales entre los individuos tal como las determina la lucha de intereses y la ley de la competencia quedan intactas y consagradas, constituyéndose como su garantía el edificio abstracto del Estado de los derechos del hombre y del ciudadano” (González Vicén, 1984, pp. 66 y 67).

[4] Sin embargo, el pensamiento sobre la competitividad dentro de la sociedad, entendida como una característica natural de los individuos, existía con anterioridad a la publicación de las teorías maltusianas. De esta manera, para Marshall Sahlins: “desde Hobbes, las características competitivas y lucrativas del hombre occidental han sido confundidas con la naturaleza, y la naturaleza, forjada de este modo a imagen del hombre, ha sido a su vez reaplicada a la explicación del hombre occidental. El efecto de esta dialéctica ha sido afianzar las propiedades de la acción social humana, tal y como las concebimos, en la naturaleza, y las leyes de la naturaleza en nuestras concepciones de la acción social humana. La sociedad humana es natural, y las sociedades son curiosamente humanas. Adam Smith proporcionó una versión social de Thomas Hobbes; Charles Darwin una versión naturalizada de Adam Smith; William Graham Sumner [darwinista social] reinventa acto seguido a Darwin como sociedad y Edward O. Wilson reinventa a Sumner como naturaleza” (Sahlins, 1976/1982, p. 123).

[5]Para Thomas Robert Malthus “las fuerzas que regulan la oferta y la demanda en el mercado de mano de obra nunca pueden ser interrumpidas por demasiado tiempo, y si los salarios son incrementados de manera «anti-natural» a través, por ejemplo, de una ley de salario mínimo, la población obrera podrá procrear más y este incremento de la masa proletaria provocará a su vez el subsecuente abaratamiento del precio del trabajo debido al incremento de la oferta del mismo. En este constructo teórico que estamos dibujando las leyes demográficas, la escasez de medios de subsistencia y el mecanismo del mercado de trabajo constituyen un mismo orden natural inexorable” (Polo-Blanco, 2016, p. 104).